domingo, 31 de mayo de 2009

Crónicas de un viajero


“Puede que las cosas pudieran haber ido mejor sino le hubiera dicho al conde de Campoestrella que su hija no era precisamente hermosa” pensó con tristeza Ivan mientras dejaba por fin atrás la pequeña montaña que llevaba más de media tarde intentando bordear. De todos los ejercicios requeridos para poder llegar a ser conde este le parecía, con diferencia , el más difícil. Llevaba más de dos meses fuera de los limites de Dorne, la pequeña república que bordeada por sus murallas era sin duda, el único lugar conocido por Ivan con un mínimo de tecnología. Al principio el viaje que en teoría lo tendría que instruir sobre la cultura de la pocas personas que vivían fuera de la república había sido fácil ya que, como conde, sino había mostrado ningún indicio de dominio sobre algún elemento antes de su mayoría de edad seria destinado, y ya lo era, a tener un viaje fuera de la frontera y a lograr expandir un poco más el mapa que se tenia fuera de la república hasta ahora tan inconcluso.

En todo esto pensaba Ivan mientras montaba un pequeño campamento antes del anochecer y le daba de comer a Arya, su yegua zaina, después de decidir que ya habían recorrido bastante terreno. Después de haber encendido un pequeño fuego y haberse asegurado de que todos los cascos de Arya estaban bien, Ivan se sentó junto al fuego y , cogiendo su espada, empezó a despellejar el conejo que había logrado cazar esa misma mañana con su arco mientras ponía una cazuela al fuego con un poco de agua . Mientras se deshacía de la piel pensó que quizás seria una buena idea pasar por Taneth, una de las aldeas conocidas oficialmente por la república, para abastecerse de un poco más de avena, ya que esta se le había acabado y no quería encontrarse en un futuro no muy lejano teniendo que llevar acuestas todas sus alforjas. Luego de despellejar y echar el conejo al agua hirviendo, le añadió unas pocas zanahorias y tallos de hierbabuena silvestre que había encontrado esa misma tarde y espero con inusitada voracidad a que estuviera el guiso, era la primera vez en semanas que probaba carne después de que saliera de la frontera de Dorne. Cuando por fin estuvo, Ivan se sirvió una buena taza y le añadió un poco más de leña a la hoguera. “puede que el olor atraiga algún que otro animal” pensó iban con preocupación ya que las leyendas de incautos que fuera del Muro son devorados por cualquier tipo de bestia eran muy conocidas en todo Dorne y más por jóvenes condes que no querían dejar sus fronteras.

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